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sábado, 13 de junio de 2009

La mejor prisión es la que te convence de que eres libre

Bajo del tren, y avanzo por los pasillos de la estación mirando distraidamente a la gente que me rodea.
Voy escuchando mi iPod, con sus característicos cables blancos perdidos dentro de mi chaqueta. Una chaqueta de aire militar, al estilo de los ejércitos de los años 60. Un verde apagado, sin manchas de camuflaje y muchos bolsillos y cremalleras. Visto tejanos y zapatos estrechos, ajustados al pie.
En teoria no tengo estilo definido.
A mi alrededor, en apenas cien metros andados, cuento hasta tres chicos que visten exactamente igual que yo. Que escuchan música en su iPod. Que miran su móbil al andar.
Sentados en un banco hay algunos jovenes “alternativos”. Todos con las mismas rastas, o el mismo pelo más largo por detrás, los mismos pantalones anchos.
Incluso lo alternativo tiene su uniforme.
Vivimos uniformados.
El mundo en que vivimos, nosotros, los occidentalitos medios, nos ha adiestrado.
Bajo el principio de “divide y vencerás”, somos educados para creer que debemos ser los mejores en algo, destacar de los demás, pensar ante todo en nosotros mismos.
Luego nos bombardean con las maneras en cómo podemos conseguirlo.
Y así somos consumidores, espectadores, usuarios..en definitiva, receptores pasivos.

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